jueves, agosto 16, 2007

Cielo cubierto

Por lo que le escuché decir a la mamá de Wei, nunca antes se había visto una nube como la que cruzaba el cielo de Pekín esa tarde. Yo tomaba el sol junto con Mia mientras que bebíamos el té helado que mamá nos había llevado, cuando sentí la sombra apoderarse de todo mi cuerpo sin darme tiempo de reaccionar. En un principio no me preocupé, creí que era normal, pero luego de escuchar los comentarios no tuve más remedio que entrar en pánico junto con el resto de la gente de la casona.
Esa tarde el señor Yian estaba invitado a cenar, pero se excusó un par de horas antes. Dijo que había una emergencia en el hospital de la que debía hacerse cargo, pero en el fondo todos sabíamos que tenía el mismo miedo que el resto. Talvez mamá tenía razón y no por ser cirujano el señor Yian es un ser superior como lo cree Mia.
No había nadie en la calle y los canales de televisión no transmitían nada más que lo referente a la gran nube negra, que nos sometía a todos al cielo de forma constante.
Me pasé esa tarde mirando hacia arriba con Mia. Nos sentamos, ya vestidas, en la terraza del tercer piso a esperar que algo ocurriera, al igual que el señor Whong, quien nos acompañó un buen rato, más que nada para contarnos una infinidad de relatos de su infancia, tal como lo hacía cuando éramos más pequeñas y no nos dábamos cuanta del paso del tiempo.
A la hora de la cena mi papá dejó la radio encendida, aun cuando mamá quería comer en paz. Por primera vez la voz que guiaba nuestras vidas no era la de papá y me sorprendió verlo tan sometido a los comentarios que emitía el parlante. La ensalada de arroz estaba muy salada y el pescado apenas si tenía salsa de soya. Mamá no estaba bien, pero según ella la culpa era de mi abuela, que ella no había tenido nada que ver con la comida y que mejor escucháramos lo que la radio nos tenía que decir de la nube gigante. Fueron los cincuenta minutos más largos de mi vida, el periodista apenas si hablaba cosas nuevas, gran parte del tiempo se dedicaba a repetir una y otra vez lo que ya antes había dicho. No era gran cosas, no más de lo que cualquier persona podía saber a esas alturas.
Ninguna quería irse a la cama esa noche. Ayudamos a mamá con la loza sucia, acostamos a los niños y nos dimos un baño. Pero en todo momento en lo único que pensábamos era en aquella monstruosa mancha oscura que cubría la totalidad del cielo sobre nuestras cabezas y que no nos permitía hacer nada más que un análisis constante. A ratos parecía acercarse hasta el fondo de nuestros cuerpos, como si fuera capaz de entrar en y revisar el interior de cada una. Después daba la sensación de que alejaba rápidamente sin dejar algún mínimo rastro de su fugas existencia, pero al fin y a cuentas no hacía más que quedarse quieta sobre todos los que a mirábamos.
Papá tuvo que obligarnos y asustarnos con unos buenos golpes para que nos fuésemos a la cama. Lloramos y nos negamos por largo rato, hasta que al fin nos acostamos sin un poco de sueño. Me quedé muy quieta bajo las tapas mirando hacía la ventana. No había ni luna ni estrellas esa noche, solamente un manto gris asechante e inmenso. Mia se durmió al poco rato, por lo que no alanzamos a conversar de lo que se podía significar aquella nube. Algo me dijo que prefería soñar con el señor Yian antes de compartir una suerte de hipótesis conmigo.

No me di cuenta cuando me quedé dormida, sólo sé que cuando desperté ya no había nadie en la casa. La nube tenía ese día un tomo azul algo tornasol, semejante al interior de una concha de mar. Preparé mi desayuno y fui en búsqueda de Mia. La casa estaba vacía.

No hay comentarios.: